Category

escritos memoria

Convicción

By | escritos memoria

¡Una convicción que nunca morirá!

El 30 de septiembre de 2017, el teniente Wilfredo Madrigal Galvis y sus dos compañeros, los patrulleros Carlos Alfredo Lara Márquez y Juan Gabriel Narváez Cabrera, despertaron a las 5 de la mañana, como todos los días, para iniciar las labores que como integrantes de la Unidad Policial para la Edificación de la Paz (UNIPEP) les demanda en el “Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación”, lugar destinado para la concentración de los exguerrilleros de las FARC- EP, en zona rural del municipio de Miranda en el departamento del Cauca.

A sus 32 años de edad y 8 de servicio en la Policía Nacional, el teniente Madrigal y sus dos compañeros, nunca pensaron que ese día quedaría marcado para siempre en la memoria de los colombianos y en especial, en la de sus familias. Sobre todo, porque un acto cometido con tanta violencia debería ser motivo de indignación nacional, más aún, en un país donde la PAZ es sinónimo de esperanza y un derecho de todos los colombianos.

Ese día, Madrigal ordenó a sus 35 hombres desplegar el servicio de policía, para realizar actividades comunitarias, garantizar el desarrollo de los procesos de prevención, disuasión, control de los delitos y conductas contrarias a la convivencia, tal como hace más de un año lo venían realizando estos hombres y mujeres policías.

Un grupo realizó jornadas de vacunación, acompañamiento y participación en actividades recreo-deportivas con la comunidad y exintegrantes de las FARC en parque principal de Miranda y el otro, en la vereda de Monterredondo. Al culminar su servicio, Wilfredo, Carlos y Juan, fueron a recoger los compañeros que se encontraban en Monterredondo, pero en su desplazamiento por el sector Caraqueño y Potrerito, fueron atacados violentamente con artefactos explosivos y ráfagas de fusil ocasionándoles la muerte inmediatamente.

El vehículo rodó por un precipicio con sus cuerpos en el interior y desde la parte alta de la montaña, corrían los victimarios para confirmar la efectividad del ataque terrorista y, sin sobresalto alguno ni respeto por la humanidad de estos colombianos, saquearon sus bolsillos robándoles objetos personales, fusiles y pistolas que tenían para su protección.

Wilfredo Madrigal, oriundo del municipio de Rovira – Tolima, Carlos Lara del municipio de Lorica – Córdoba y Juan Narváez de Venadillo – Tolima, murieron convencidos de que la paz es la única forma en la que los colombianos merecemos vivir y por ello, ofrendaron su vida. Sin duda, una ilusión que nunca morirá y por la que seguirán sirviendo nuestros hombres y mujeres de la Policía Nacional de Colombia.

Autor
Área de Historia, Memoria Histórica y Víctimas
Unidad Policial para la Edificación de la Paz
Policía Nacional de Colombia
Fecha: 01/OCT/2017

Artista

By | escritos memoria

El artista de la guerra

Me desempeñaba como Agente de la Dirección de Antinarcóticos de la Policía Nacional entre los años 80-90. En esa época se libraba una ofensiva abierta contra los carteles de la droga que estaban en cabeza de Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha. Teníamos que enfrentar a la guerrilla más fuerte de ese tiempo “La coordinadora Guerrillera Simón Bolívar”, integradas por las FARC, el M-19, el EPL y el ELN.

Trabajaba en Florencia – Caquetá como conductor de un camión que transportaba el personal de apoyo, el día 17 de noviembre de 1990, aproximadamente a las 08:30 pm nos dirigíamos al municipio de Curillo, donde se presentaba una incursión guerrillera. De la parte interna de una finca salía un tubo de desagüe que conducía a un abismo, las FARC metieron explosivos en este y al pasar por esta vía exploto el camión. Ese día murieron 42 compañeros de la policía y resultamos tres personas heridas. Al momento de la detonación la cabina se desprendió, rodamos a un abismo de 500 metros. Recuerdo que uno de los guerrilleros bajo y nos revisó bajo luz, sin embargo, por las heridas creyeron que estábamos muertos.

Estuve en coma profundo por seis meses, sufrí discapacidad sensorial y estrés postraumático; pero desde una silla de ruedas me propuse con la ayuda de Dios y de la Policía Nacional, recuperarme. Dentro de la fisioterapia se trabaja con barro para dar plasticidad a las manos, reducir la ansiedad y recuperar la función motora que se pierde en un atentado terrorista, aprendí algunas cosas de la escultura y plastilina. En el arte empezó mi camino a la sanación. En mis horas de tedio comencé a hacer figuras y descubrí que podía ser un artista en la escultura. Un día asistí a un taller de acuarela y el profesor de arte observando mi trabajo me dijo:

-¿Usted antes del accidente pintaba?

-No señor, nunca lo he hecho – le respondí-, entonces descubrí mis potencialidades latentes como artista empírico.

-Me gustaría ver un cuadro suyo.

-Nunca he pintado – le contesté-

-Tan raro “un escultor llegar a ser un gran pintor, pero no todo pintor llega a ser un gran escultor”. Posteriormente, conocí un fundidor de bronce y aprendí esta faceta artística durante seis años.

Hoy día soy artista plástico, poeta y escritor. En el arte puedo expresar mis frustraciones, mis angustias, mis emociones más profundas. Tengo la necesidad de dejar un legado, un nuevo concepto del arte en el posconflicto de Colombia. Contribuir a la reconstrucción histórica del conflicto, mediante obras que busquen el perdón y el olvido como mi retrato de “Marquetalia”. Ahora tengo un libro terminado, llamado “Una historia de vida del arte contado en las trincheras de la Guerra”.

En el arte, se abre un gran portón donde los artistas en condición de discapacidad, heridos en conflicto, las viudas que han perdido sus esposos y muchas personas que tienen su obra guardada, van a tener la oportunidad de expresar mediante el arte sus vivencias, lo que genera una apertura de un mercado grande para ellos. Eso es posible gracias a la perseverancia y a Dios por habernos obsequiado un don.

Autor
Agente  JELVER MORENO DIAZ
Fecha: 09/ABR/2017

Agricola

By | escritos memoria

Renaciendo a través de proyectos agrícolas

Ser integrante de la Policía Nacional exige un gran compromiso, vocación y liderazgo. Ser ejemplo ante la ciudadanía y sin importar la circunstancia o situación se debe estar siempre presto a cualquier requerimiento de la comunidad y al servicio de la policía. Me duelen los casos de aquellos compañeros que van en contravía de nuestro deber como guardianes del orden, estos son pocos. Como oficial me siento orgullo de aportar en la formación de hombres y mujeres de la Policía Nacional para cumplir con nuestro mandato en la preservación de la convivencia ciudadana y promoción de los derechos humanos.

El 25 de octubre de 2003, cuando ostentaba el grado de Teniente y ejercía como comandante de una de las secciones del EMCAR (Escuadrón Móvil de Carabineros) del Departamento del Cauca, fui notificado para dirigirme a verificar la situación que se estaba presentando en el municipio de Silvia (Cauca), al parecer un hostigamiento que estaba desde la noche anterior. Cuando nos desplazábamos del municipio de Piendamo a Silvia, a las 05:40 horas, en el sitio conocido como “la virgen” o “la capilla”, fuimos atacados por un grupo de las FARC, quienes utilizaron armas no convencionales (entre ellas con munición contaminada o envenenada), este hostigamiento duró dos horas aproximadamente.

Allí vi morir a dos de mis subalternos, uno de ellos perdió el 75% de la cabeza como consecuencia de las explosiones, además quedamos varios heridos. A pesar de las heridas que me generó la emboscada (herida con tiro de fusil en la pierna izquierda, herida con esquirlas en el estómago, brazo izquierdo, entre otros), siempre estuvo en mi mente salvaguardar la vida de los hombres que estaban bajo mi responsabilidad.

Hoy día después de 13 años, continuo con el tratamiento médico por las graves lesiones que me generó ese suceso, ya que, me correspondió convivir por varios meses con colostomía (procedimiento quirúrgico en el que se saca del cuerpo un extremo del intestino grueso a través de aberturas en el estómago) y parálisis en el pie izquierdo por pérdida del sistema nervioso, ademas de continuar en tratamiento por estrés postraumático. A pesar de ello, persevero trabajando con el mismo amor por mi patria y mi institución, la Policía Nacional de los colombianos.

Por otro lado, mi gran sueño es ver consolidado el proyecto de Yuca Paz, una propuesta de inclusión social, emprendimiento y desarrollo sostenible para los integrantes de la Policía Nacional y sus familias.

Autor
Teniente Coronel FELIX ANDRÉS VERA BRAVO
Fecha: 09/ABR/2017

Catatumbo

By | escritos memoria

La niña que nació en una canoa en medio del Río Catatumbo

Oriunda de La Gabarra (Norte de Santander), nací el 02 de febrero de 1995, en una canoa en el Río Catatumbo en medio de la noche, ya que el único medio de transporte de la finca al puesto de salud de La Gabarra era por ese medio. Recuerdo entre mis días felices e inocencia de infancia, a mis 4 años, cuando con mi hermana Adriana nos bañábamos en el caño, donde aprendimos a nadar, jugando con los patos, mientras mamá lavaba la ropa. Asimismo, situaciones como en las que sin entender cuando pasaban en fila india hombres y mujeres armados, en las noches cerca de la finca, mi madre temerosa y angustiada nos decía: “estecen acá quieticas y no hagan bulla”. Así como los retenes y cuerpos de personas fallecidas sobre la vía La Gabarra o los cuerpos flotando en el río Catatumbo.

Un evento muy triste fue cuando mi madre nos envió a la ciudad de Cúcuta en donde un tío y su esposa nos cuidaban a mi hermana y a mí, quedándose ella en la finca, ya que este era el medio de trabajo y sustento de nosotras. Tiempo después entendí el porque de esta decisión y un suceso que marco y afecto la salud física y emocional de mi madre; la ser secuestrada, amarrada a un palo, sin alimento y agua por un día, por grupos armados ilegales que delinquían y en disputa del territorio con otros subversivos, esto obligó a abandonar nuestras tierras, animales, cultivos, enseres y todo lo que un día representó nuestro hogar, fue por ello, que nos radicamos en la ciudad de Cúcuta.

Por esto y muchas otras cosas más fuera de la violencia, es que queremos reconocer las voces y exaltar la noble labor que durante 125 años han desarrollado nuestros hombres y mujeres policías. Asimismo, que el sacrificio hecho por miles de colombianos anónimos, durante la historia del conflicto armado, no quede en el olvido ni sea desconocido para las futuras generaciones.

Autor
Patrullera LEIDY YARITZA CELIS SUELTA
Profesional en Servicio de Policía
Fecha: 09/ABR/2017

aceituna

By | escritos memoria

El amor también es verde aceituna

El 1 de noviembre de 1998 la vida de José Luis Trinidad Carrero, como la de muchos habitantes del Mitú, se hizo pedazos. “Se escuchaba desde la casa, en todos lados, los silbidos de las balas. Eso fue muy duro”, dijo el indígena de la etnia Wanano.

Ese día más de 1000 hombres de las Farc se tomaron la población. Asesinaron 44 policías y secuestraron a otros 61. El caos lo alejó de su mamá. Su familia fue desplazada y se perdió selva adentro. “Cogimos cada uno por nuestro lado”. José Luis por su parte se las ingenió para subir en un avión hasta Bogotá. Y una vez en la capital, viajó en un bus hasta Villavicencio. “No tenía donde ir, no tenía familia, no tenía conocidos. Me tocó rebuscar trabajo por todo lado”, relató Trinidad.

Sin familia, decidió irse para cumplir su sueño. “Cuando yo era pequeñito, mi sueño era ser policía”.

Después de algunos meses, el adolescente de 14 años pidió asilo en un internado. Terminó por su cuenta el bachillerato, se presentó a la Escuela de Policía Eduardo Cuevas de Villavicencio y se ofreció para prestar el “servicio militar” obligatorio y lucir el verde aceituna como policía bachiller.

El sargento Téllez lo recibió y en vista de que faltaba un mes para el ingreso de los nuevos auxiliares, le ofreció estadía y comida en el lugar cercano. Cumplió con el servicio obligatorio y, apoyado por el Sargento, realizó cuanto trabajo encontró.

Acumuló ahorros, pidió dinero a prestamistas, se endeudó. Se volvió a presentar a la escuela, y tras unos años de arduo sacrificio se convirtió en el Patrullero de la Policía Nacional, José Trinidad. Entonces hizo una petición poco habitual en la institución. Ser destinado para el Vaupés. El Subcomandante de la Policía de Vaupés, teniente coronel Luis Eduardo León, narró que el Patrullero hizo la solicitud porque tenía algo muy importante que hacer.

“Mis compañeros me decían ‘para que fue a pedir traslado para allá, eso es un hueco’. Sin embargo, yo siempre decía que algún día tenía que encontrarme con mi mamá”.

El niño indígena que creció a orillas del río Vaupés, regreso a casa como policía y empezó una búsqueda exhaustiva a lo largo del departamento. Sin embargo, para su misión sólo contaba con una pista: el nombre que recordaba de su madre, Ana Carrero.

Con el apoyo de la Policía, el patrullero José Trinidad recorrió durante meses las comunidades indígenas de la región. Un “paisanito” de San Gabriel, Brasil, le dijo donde estaba su madre. Sin dudarlo, la Policía le ayudó con la gasolina y mandó el combustible con un hombre de la región para que su madre viajara en un pequeño bote desde Brasil hasta Mitú.

Mercedes Carrero, su madre, siempre se preguntó dónde estaría su hijo. No obstante, por miedo a las Farc, la mujer se refugió en lo profundo de la selva. Finalmente, esos largos años de ausencia terminaron en lágrimas y en un gran y largo abrazo de felicidad, ya que, por fin, después de 14 años se pudieron reencontrar. Así fue la historia de un niño indígena que logro cosechar amor donde las Farc sembraron dolor.

Tomado: Informe de ALEJANDRO CALLEJAS
Noticias RCN
Área de Historia, Memoria Histórica y Víctimas
Unidad Policial para la Edificación de la Paz
Policía Nacional de Colombia
Ver Vídeo
Fecha: 24/MAR/2017

amor y valentia

By | escritos memoria

Una historia de amor y valentía

El sábado 10 de julio de 1999, al menos 500 guerrilleros pertenecientes a tres frentes del Bloque Oriental de las Farc, ingresaron al pequeño municipio de Puerto Lleras ubicado en el sur del Meta. Eran las 4 de la mañana y en la Estación del pueblo solo habían 11 agentes de policía. Su comandante el teniente Wilson Andrés Delgadillo, dormía a esa hora junto a su esposa Claudia Patricia Vélez.

Al percatarse del ataque, la mujer no se atemorizó y quiso compartir el destino de su amado: tomó una pistola y en compañía de su esposo y los demás uniformados se refugió en las trincheras del cuartel. Desde allí los policías y Claudia rechazaron, durante 36 horas, el brutal ataque que dejo destruido el centro del pueblo y cuatro personas muertas (dos policías: Mauricio Linares Mateus y Jhonny Cortes Ramos, la esposa y el bebé de uno de ellos). A pesar de su absoluta superioridad numérica, de las pipetas cargadas de explosivos, de las granadas de mortero y de las ráfagas de fusil y ametralladoras, los subversivos fueron incapaces de doblegar a los agentes, dando así tiempo al Ejército de llegar para apoyarlos.Mientras los subversivos mantenían el feroz ataque, la esposa del Teniente ayudaba a cargar los proveedores de las armas y les daba voces de aliento. Solo tuvieron agua mezclada con gasolina para tomar durante más de un día, pero eso fue suficiente para aguantar.

Los soldados de las Fuerzas Especiales acudieron al rescate y en la mañana del lunes 12, replegaron a los guerrilleros quienes se retiraron hacia el municipio de San Vicente del Caguán, abandonando 43 de sus compañeros que perdieron la vida durante el ataque y que fueron presentados posteriormente por el Ejército en Granada (Meta). Se dice que otros 40 cuerpos los arrastro el río Ariari. Durante el ataque también cayeron cuatro militares: Antonio Hincapié Monsalve, Jorge Andrés Marín, José Virguez Contreras y Armando Solano Giraldo…paz en su tumba.

Pese a los hechos de barbarie que durante décadas han tenido que vivir los pobladores de este municipio, ubicado en la rivera del Ariari, hoy Puerto Lleras es conocido como el centro de una nueva frontera agrícola donde la paz y el desarrollo económico parecen ser los mejores aliados para las nuevas generaciones, quienes buscan mantener un ambiente seguro y en paz.

Autor
Área de Historia, Memoria Histórica y Víctimas
Unidad Policial para la Edificación de la Paz
Policía Nacional de Colombia

Alrededores de la Estación, luego del ataque.

Bajo fuego

By | escritos memoria

Tres días bajo el fuego

El 10 de julio de 1999, los pobladores de Puerto Rico (Meta) y sus 36 policías enfrentaron el violento ataque de 2 mil guerrilleros de las Farc, quienes durante tres días destruyeron no solamente la Estación de Policía sino también el colegio y varias de las casas vecinas. Luego de 30 horas de defenderse de los interminables cilindros bombas y de las ráfagas de ametralladoras, la fuerza policial comenzó a diezmar.

“Todos los policías que estábamos en Puerto Rico teníamos el presentimiento de que en cualquier momento se iba a presentar un ataque contra la estación. Ya había sucedido en El Billar (Caquetá), Mitú (Vaupés) y Miraflores (Guaviare) y seguramente iba a pasar allá. Lo que no nos imaginábamos era que sería con 500 guerrilleros y hasta una tanqueta hechiza, que fue la que despedazó el puesto de policía”. Recuerda el agente Salvador Amaya Rozo.

Y así fue, en la madrugada del 12 de julio, los guerrilleros les tomaron ventaja a los policías, quienes ya sin munición ni fuerzas para enfrentarlos tuvieron que rendirse, desesperados, frustrados y sin esperanzas. El ataque dejo como resultado 5 policías asesinados y 28 secuestrados, de los cuales 23, luego de 716 días privados de su libertad, fueron liberados por las Farc durante el fallido proceso de paz iniciado con el entonces presidente de la República Andrés Pastrana.

Luz Garzón es una mujer sobreviviente del ataque y habitante de Puerto Rico. Recuerda que ese episodio fue muy violento y devastador: “perdí un cuñado, quien murió en el hecho; me tocó salir de mi finca, alejar a mis hijos de sus estudios, perdí todo lo que tenía en el pueblo, a nosotros nos perseguían y nos intentaron matar varias veces”. Luz y su familia se vieron obligados a vivir en Villavicencio, donde permanecieron por espacio de tres meses sin trabajo, sin estudio para los hijos y había días que pasaban sin comer…

pero no todo puede ser violencia.

Aunque en las memorias de sus habitantes persisten los episodios de horror, poco a poco los han ido dejando atrás gracias a la seguridad que reina en el municipio. Los momentos difíciles del pasado, la barbarie de la guerra que les arrebató familiares, los expulsó de las tierras y los apartó de sus familias, no les pudo quitar los sueños de un futuro lleno de oportunidades para todos y un municipio que les brinde mejores oportunidades de bienestar y desarrollo económico.

Pero esa tarea no la han hecho solos. La Fuerza Pública hace presencia de manera permanente en el lugar desde el año 2000. Eso ha permitido a las administraciones locales hacer presencia en lugares donde no era posible acceder, generando desarrollo en puntos claves, mejorando la movilidad y dinamizando la economía rural, ya que los productores del campo se han podido asociar y comercializar el producido de las cosechas de piña, plátano, yuca, mazorca, ahuyama; además, ahora exportan cacao y sus derivados a países como Australia y Canadá.

“Cuando supimos que el Ejército estaba permanentemente en el pueblo decidimos volver y nos cambió la vida”, dijo doña Luz Garzón con lágrimas en los ojos, “yo pude crear mi microempresa con la que eduqué mis hijos”.

Una microempresa llamada “Manitas Creativas” donde elabora productos con material reciclable y los comercializa en el municipio y las instituciones. Esta ha sido el soporte para profesionalizar sus hijos. Incluso, uno de ellos, Wilmar Ricardo Romero Garzón, quien es un patrullero de la Policía Nacional y se encarga de diseñar simuladores de vuelo en el Ministerio de Defensa Nacional.

El padre Didier Martínez, párroco del lugar, aseguró que “el municipio ha cambiado en comparación a esa época de violencia y atraso”, afirma que hoy se puede ver una comunidad llena de esperanza, de progreso y desarrollo debido a la armonía reinante en el casco urbano y rural. El padre Didier exalta la intervención que ha tenido el Estado a través de las instituciones, que, según él, han sido pieza clave para mantener la paz y la motivación para traer avance a la municipalidad.

Autor
Área de Historia, Memoria Histórica y Víctimas
Unidad Policial para la Edificación de la Paz
Policía Nacional de Colombia

Alrededores de la Estación de Policía, luego del ataque a la población.

Ver Vídeo
Fecha: 07/DIC/2016

Historia mitu

By | escritos memoria

Mitú y su historia de paz

A las 4:30 de la mañana del 1 de noviembre de 1998, una lluvia de granadas y cilindros bomba cayó sobre Mitú. Hombres de las Farc entraron a la capital del Vaupés para destruirla y fuertemente armados acabaron casi con la totalidad de las casas, la Estación de Policía, la Registraduría, los juzgados, la sede de TELECOM, la Caja Agraria y el parque principal. Oficialmente, fueron reportados 37 muertos y 61 secuestrados, todos de la Policía Nacional. El ataque duró 72 horas en las que el Gobierno no pudo mandar apoyos porque la guerrilla había destruido la pista aérea y a esa zona no hay acceso por tierra. Eran 1.500 guerrilleros contra 120 policías quienes velaban por la seguridad de los pobladores, policías sin apoyo y con pocas municiones, pero que supieron defenderse como leones.

Esperanzados en la ayuda de otros compañeros que nunca llegaron, se ubicaron en lugares estratégicos para tratar de repeler la arremetida, pero los incansables lanzagranadas de las Farc, rápidamente echaron abajo las murallas que los resguardaban. Con una moto-bomba, los agresores rociaban gasolina a todo aquel que tratara de huir. Las paredes caían una tras otra y lamentablemente los muertos también.

…pero todo no puede ser violencia. ¡Hoy, Mitú es sinónimo de resurgir!

Por esto y muchas otras cosas más fuera de la violencia, es que queremos reconocer las voces y exaltar la noble labor que durante 125 años han desarrollado nuestros hombres y mujeres policías. Asimismo, que el sacrificio hecho por miles de colombianos anónimos, durante la historia del conflicto armado, no quede en el olvido ni sea desconocido para las futuras generaciones.

Autor
Área de Historia, Memoria Histórica y Víctimas
Unidad Policial para la Edificación de la Paz
Policía Nacional de Colombia

Regreso a la libertad del sargento mayor César Augusto Lasso, ex secuestrado del ataque a Mitú.

Ver Vídeo
Fecha: 29/NOV/2016